El título de este artículo hace referencia a una de las principales conclusiones de la reciente investigación publicada en la revista científica Frontiers in Nutrition, titulada “Dietary Fats, Human Nutrition and the Environment: Balance and Sustainability” (Grasas alimentarias, nutrición humana y medio ambiente: Equilibrio y sostenibilidad). En la cual participaron expertos de la Universidad de Kent, de la Universidad de Exeter, de la Universidad de Minnesota, y de la Universidad de Wageningen.
El objetivo del estudio es profundizar en los aspectos nutricionales de las grasas destinadas al consumo humano, y analizar las implicaciones medioambientales asociadas a su producción.
Para poder comprender la necesidad de esta investigación hay que tener en cuenta que en la actualidad entre el 25 % y el 30 % de las necesidades energéticas provienen de las grasas, por ello se necesitan aproximadamente 45 millones de toneladas de grasas alimentarias anualmente para poder satisfacer los niveles de consumo de la población mundial. Estas grasas hacen referencia principalmente al aceite de soja, al aceite de palma, al aceite de girasol, a la mantequilla y al ghee, y al aceite de colza, las cuales aportan el 62 % del consumo mundial.
Asimismo, las grasas tienen un papel decisivo en nuestra salud porque no son únicamente una fuente de energía, si no que proporcionan ácidos grasos esenciales y permiten la absorción de vitaminas liposolubles. Hace años las recomendaciones dietéticas aconsejaban limitar la ingesta total de grasas, sobre todo las saturadas, pero estudios más recientes revelan que la calidad de las grasas de la dieta es más importante que el contenido de grasas saturadas.
Debido a la gran demanda mundial de fuentes grasas para consumo, los autores del estudio analizaron los impactos medioambientales asociados a su producción, siendo la expansión de la agricultura el principal responsable de la pérdida de biodiversidad, de la contaminación por nitrógeno y fósforo, de la degradación de la tierra y del agotamiento del agua dulce. Esto supone un obstáculo entre los objetivos de producir alimentos y proteger el medio ambiente. Para poder satisfacer una demanda mundial en crecimiento, causa del aumento de la población mundial, es necesario incrementar la producción, bien obteniendo más aceite en la misma cantidad de tierra (aumento del rendimiento del cultivo), o destinando más terreno a la producción de aceite.
Los investigadores concluyen que la solución a esta problemática pasa por un consumo más equilibrado de la ingesta de grasas en aquellas zonas del mundo con altas tasas de obesidad, y que se facilite el aumento de la producción de grasas asequibles en áreas con una alta incidencia de desnutrición. En cuanto al impacto medioambiental, comentan que es evidente la necesidad de reducir el efecto negativo de la expansión de los cultivos sobre la biodiversidad, los ecosistemas y las aguas subterráneas, dando al menos unas directrices básicas a los productores que se adapten a las características de cada cultivo, e idiosincrasia del país productor. En el caso concreto de la producción de aceite de palma, afirman que con la cosecha mecanizada y un mejor uso de los productos químicos, su eficiencia podría mejorar aún más, a pesar de que ya es el cultivo oleaginoso más eficiente, pero protegiendo la biodiversidad y las reservas de carbono.
Irene Castillo
Asesor científico
Bibliografía
Meijaard Erik, Abrams Jesse F., Slavin Joanne L., Sheil Douglas. Dietary Fats, Human Nutrition and the Environment: Balance and Sustainability. Frontiers in Nutrition (9) 2022
https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fnut.2022.878644/full