Los lípidos o grasas forman parte del grupo de los macronutrientes, junto a los hidratos de carbono y las proteínas. Son indispensables en nuestra dieta por cumplir diversas funciones fundamentales en la alimentación y en el organismo, algunas de las cuales describimos a continuación:
En los alimentos, las grasas contribuyen a mejorar la palatabilidad, favorecen la liberación de los sabores y olores de las comidas y contribuyen a aumentar la sensación de saciedad.
Además, son la única fuente de ácidos grasos esenciales (linoleico, alfa linolénico), que no se pueden sintetizar en el organismo y que desempeñan funciones importantes en el desarrollo embrionario, el transporte, metabolismo y mantenimiento de la función e integridad de las membranas celulares, el crecimiento y mantenimiento de los tejidos del organismo, y para el desarrollo del cerebro y la visión. También intervienen en la síntesis de reguladores celulares (eicosanoides) como prostaglandinas, tromboxanos y leucotrienos y sirven de transporte a las vitaminas liposolubles (A,D,E,K).
El colesterol forma parte de la grasa animal y constituye un elemento fundamental para nuestro organismo, ya que está presente en las membranas celulares y es precursor de hormonas (progesterona, testosterona, cortisol, aldosterona, etc.), ácidos biliares y de la vitamina D. Las fuentes vegetales de grasa, como el aceite de palma, no contienen colesterol.
La grasa corporal es la forma de almacenamiento de la grasa en el organismo y supone la manera más económica de mantener una reserva energética en el mismo. Cada gramo de grasa que ingerimos nos proporciona 9 Kcal de energía. Las recomendaciones de ingesta diaria de grasas se sitúan en el 20-35% del aporte energético diario, lo que para una dieta de 2000 Kcal supone una ingesta en torno a 60-80 g/día.
Otra función de la grasa en nuestro organismo es la de proteger a los órganos y huesos de golpes y traumas.
La revista Int J Environ Res Public Health ha publicado recientemente una revisión sobre el consumo de aceite de palma en la edad pediátrica titulado Pediatric Age Palm Oil Consumption. (Di Genova et al., 2018). En esta revisión narrativa, los autores se centran en las características nutricionales del aceite de palma y sus efectos sobre la salud en la infancia, como indican en el título, pero también hacen referencia a aspectos de su consumo en la etapa adulta. Este artículo nos sirve de base para recordar el importante papel que tienen las grasas para el óptimo funcionamiento del organismo y que muchas veces queda relegado a un segundo plano debido a que se le da protagonismo a la relación entre la ingesta de grasa y la relación con enfermedades crónicas no transmisibles.
Para realizar la revisión, los autores han buscado en Pubmed artículos publicados en los últimos 20 años utilizando los siguientes términos: aceite de palma, ácido palmítico, ácidos grasos saturados, salud, niños, enfermedades cardiovasculares, colesterol, lipemia postprandial, diabetes, inflamación, cáncer, sobrepeso y obesidad.
Principalmente, se menciona la importancia del consumo de grasas en la dieta y su adecuado consumo ajustándolo a las recomendaciones internacionales. Aunque no hay consenso entre las diferentes sociedades científicas, en el caso de las grasas saturadas la mayoría coinciden en establecer su ingesta por debajo del 10% de la energía total (FAO/OMS 2010). Además, en esta revisión se remarca el papel de las grasas en el crecimiento durante la infancia. Se establecen diferentes grupos de edad (de 0 a 6 meses, de 6 meses a 2 años, de 3 a 18 años), definiéndose la importancia de las grasas para cada uno.
En la primera etapa de la vida (de 0 a 6 meses), las grasas representan la principal fuente de energía. Como ejemplo se presenta la leche materna y su alto contenido en grasas saturadas (40%), de las cuales el 50% es ácido palmítico. Los autores resaltan el valor energético del aceite de palma en la leche de fórmula. En el grupo edad comprendido entre 6 y 24 meses el porcentaje de grasas saturadas se reduce al 35-40% a favor de los hidratos de carbono. Los autores destacan la falta de evidencias entre el consumo de grasa en esta etapa y el desarrollo posterior de enfermedades no transmisibles.
Recientemente, la Asociación Española de Pediatría (AEP 2017) recordaba en un documento que no se recomienda la restricción de la ingesta de grasas en menores de 2 años, ya que el empleo de dietas pobres en grasas se asocia con efectos negativos sobre el crecimiento y el desarrollo a largo plazo.
Entre los 3 y los 18 años, las recomendaciones son las mismas que para población adulta. Los autores recomiendan poner la ingesta de aceite de palma en el contexto del estilo de vida y recuerdan que aquellos productos con aceite de palma deberían ser de consumo ocasional (galletas, postres, platos preparados etc.).
Hay que indicar que es igual de importante en la dieta no superar los límites del 10% de grasas saturadas como alcanzar las ingestas recomendadas de ácidos grasos poliinsaturados y monoinsaturados. De hecho, el metabolismo de los ácidos grasos se regula mediante el equilibrio del cociente ácidos grasos poliinsaturados/ácidos grasos saturados en los tejidos para mantener el equilibrio en los fosfolípido de los ácidos grasos (Carta y col., 2017).
A la luz de los datos presentados, los autores indican que se debe considerar la ingesta de grasas saturadas en el contexto de la dieta, atendiendo al resto de macronutrientes. La conclusión se centra en la ingesta de ácidos grasos en la dieta, enfatizando en la recomendación de mantener el consumo de ácidos grasos saturados por debajo del 10% de la ingesta total de energía, independientemente de su origen o la edad del consumidor. Aquí si cabe matizar que hay que diferenciar jóvenes y adultos sanos de aquellos que presentan hipercolesterolemia y/u otros factores de riesgo. Las recomendaciones generales, como las que se presentan en la Tabla 1, siempre se establecen para población sana. Los autores concluyen recordando la importancia de transmitir una información correcta basada en el análisis detallado de la evidencia científica evitando culpabilizar compuestos individuales, y siempre en el contexto de un estilo de vida.
Tabla 1. Ingestas recomendadas de grasa y ácidos grasos establecidos por FAO/OMS
FAO/OMS (2010) | |
Gasa total | 20-35% |
AGS | <10% |
AGM | Por diferencia |
AGP | 6-11% |
AGP ω6 | 0,5-2% |
Trans | <1% |
Colesterol | —— |
Dra. Eva Gesteiro. Universidad Politécnica de Madrid
Referencias
-AEP 2017. Comunicado Ácido palmítico y alimentación infantil. http://www.aeped.es/comite-nutricion/noticias/comunicado-sobre-aceite-palma-y-acido-palmitico-en-alimentacion-infantil. Consultado el 12 de mayo de 2018.
– Carta G, Murru E, Banni S, Manca C1.Palmitic Acid: Physiological Role, Metabolism and Nutritional Implications. Front Physiol. 2017 Nov 8;8:902. doi: 10.3389/fphys.2017.00902. eCollection 2017.
-Di Genova L, Cerquiglini L, Penta L, Biscarini A, Esposito S. Pediatric Age Palm Oil Consumption. Int J Environ Res Public Health 2018 Apr 1;15(4). pii: E651. doi: 10.3390/ijerph15040651.
-FAO/OMS. Estudio FAO alimentación y nutricion nº 91. Grasas y ácidos grasos en nutrición humana. Consulta de expertos. 2010. FAO y FINUT, 2012 (edición española). FAO ISBN: 978-92-5-306733-6.