El 9 de septiembre se celebra el Día Mundial de la Agricultura, una actividad de gran importancia para el desarrollo sustentable de las naciones en el mundo.
Mención especial merece el esfuerzo de los pequeños, medianos y grandes productores del campo, dedicados al cultivo de la tierra para la producción de alimentos de calidad para la población. Con ello se reconoce su ardua labor en la producción de alimentos, a pesar de las vicisitudes generadas durante la pandemia por COVID-19.
Entre estos cultivos se encuentra la palma aceitera (Elaeis Guineensis), un árbol que se cultiva en climas tropicales. Su fruto, del tamaño de una aceituna grande, es de color rojizo debido a su alto contenido de betacaroteno.
Este aceite, fruto de este cultivo, se puede utilizar tanto crudo como refinado. De hecho, en torno a la cuarta parte del aceite de palma en todo el mundo se utiliza crudo. Sin embargo, en Europa y Estados Unidos se suele vender y consumir en su forma refinada, después de haber sido blanqueado y desodorizado, lo que mejora sus propiedades organolépticas y aumenta su estabilidad.
De los casi 7 millones de toneladas de aceite de palma que consumieron los europeos en 2015, el 33% se empleó como ingrediente en la industria alimentaria: margarina, bollería, chocolate y derivados, helados, algunos productos de pastelería y platos preparados, entre otros. La mayor parte del aceite de palma se utiliza en Europa para consumos no alimentarios, principalmente para la generación de biodiésel (casi un 50%), así como para electricidad, oleoquímica y alimentación animal (un 18% en total).