Lograr la sostenibilidad en el sector agrícola es uno de los desafíos más complejos de los tiempos modernos. Las múltiples interacciones del sector con diversas prioridades de desarrollo aumentan la incomodidad y la ansiedad entre todas las partes interesadas que se preguntan si están dando resultado los mercados sostenibles, si hay que cumplir con las leyes que, por otra parte, cada vez son más estrictas y si los gobiernos ayudan lo suficiente.
Lo que sí está claro es que el sector agrícola debe apostar por una conversión total hacia las prácticas sostenibles, donde las políticas ambientales y las preferencias del mercado internacional ya están marcando una preocupación mayor por conservar la biodiversidad y reducir las emisiones de carbono.
En el caso de América Latina, los escenarios económicos cambiantes, como la influencia del dólar e incluso la caída del precio internacional del aceite de palma, hacen que la conservación de la biodiversidad y la reducción de las emisiones de carbono se presenten a primera vista como difíciles. Sin embargo, este escenario se ha convertido en un auténtico reto que ha sido aceptado por el sector del aceite de palma dispuesto a asumir los mayores compromisos.
Impactos positivos
Si nos fijamos, por ejemplo, en Colombia nos encontramos con uno de los países con mayor biodiversidad de la Tierra, en el que cualquier expansión de la frontera agrícola sin las oportunas prácticas de conservación podría presentar grandes riesgos para las especies endémicas y aumentar las emisiones que contribuyen al cambio climático. Por tanto, la oportunidad no está en la expansión de la frontera agrícola sino en la conversión de las tierras ganaderas.
Es el momento de destacar los impactos positivos que está teniendo la producción de la palma aceitera en este país, ya que representa un importante ingreso económico para los pequeños productores, proporciona empleo para los trabajadores del sector, contribuye a la seguridad energética y facilita la presencia de sumideros de carbono en zonas donde previamente existían praderas naturales para la ganadería extensiva.
Si se tienen en cuenta estos factores, la palma de aceite representa una buena alternativa para la conversión de la ganadería en agricultura y la generación de sistemas agroforestales. Además, si la ganadería que se mantenga se hace con criterios de sostenibilidad, el nuevo escenario resultante será para ganar en todos los aspectos económicos y ambientales. Claro que para lograrlo se necesita, ahora más que nunca, una fuerte voluntad política y una colaboración de verdad comprometida por parte de todos los actores involucrados.
Es la oportunidad para que el aceite de palma se convierta en una alternativa de desarrollo para los pequeños productores haciendo uso de los esquemas asociativos. Si a renglón seguido los medianos y grandes productores lo fomentan, la conversión de la ganadería en cultivos agrícolas sostenibles será la mejor alternativa.
De momento, cuatro países latinoamericanos (Colombia, Guatemala, Ecuador y Honduras) ya forman parte de los ocho mayores productores mundiales y, aunque en conjunto solo producen un 4,8% de la producción mundial total, América Latina hoy tiene el mayor potencial de expansión del cultivo, mejorando incluso la producción por hectárea cultivada.
Actualmente, los productores latinoamericanos de palma se esfuerzan por diferenciarse de los del Sudeste Asiático, que han sido ampliamente criticados por la deforestación que han generado. Así, desde 2001, en América Latina la producción de aceite de palma se ha duplicado y, a diferencia del caso asiático en el que más de la mitad de la expansión ocurrió como resultado de la conversión de bosques a monocultivo, la mayoría de los terrenos donde ha ocurrido esta expansión ha sido en tierras ya deforestadas.
Según el estudio “Characterizing commercial oil palm expansion in Latin America: land use change and trade”, de la Universidad de Puerto Rico, que analiza plantaciones de palma aceitera en América Latina, la expansión del cultivo en la región se ha desarrollado en un 79% en tierras deforestadas anteriormente, en su mayoría pastizales para ganado (56%), cultivos y bananos. El 21% restante provino de áreas que se clasificaron como vegetación leñosa (p. ej. bosques), especialmente en el Amazonas y la región de Petén en el norte de Guatemala. Los autores del estudio han manifestado que la debilidad de la gobernanza local y las leyes de tenencia de la tierra tienen la culpa del uso de la cubierta boscosa y por eso resaltan la importancia de la supervisión de la industria por los programas internacionales de certificación.
En América Latina la gran mayoría de las plantaciones de palma están en manos de pequeños y medianos productores (menos de 500 ha) a diferencia del sudeste asiático donde dominan plantaciones muy extensas (entre 3.500 ha – 50.000 ha) que pertenecen a grandes empresas o compañías gubernamentales. Esto no solo ha tenido impacto en los diferentes patrones de avance del cultivo en las dos zonas, sino que convierte al sector palmero en América Latina en foco de atención para instituciones de desarrollo.
La región tropical de América Latina y el Caribe constituye la zona boscosa más grande del mundo, con condiciones adecuadas para el cultivo de palma africana. Por esta razón, es indispensable que el crecimiento de la producción de aceite de palma sea sostenible. “No podemos seguir usando el bosque como cajero automático”, ha afirmado Jan Pierre Jarrin, Director de Sostenibilidad de la empresa Oleana, líder en Ecuador por su compromiso con el desarrollo sostenible del cultivo de palma.
Es inevitable decir que producir aceite de palma de manera sostenible implicará desarrollar nuevos cultivos de palma en áreas ya deforestadas. Llevará consigo la aplicación de buenas prácticas para incrementar la productividad del cultivo y, muy importante, siempre con certificaciones ambientales porque cada vez son más demandadas por los consumidores.
Si las cosas se hacen bien, el sector palmero latinoamericano se convertirá en un proveedor clave y en un aliado para cumplir con los objetivos de reducción de la deforestación que padece la zona.